Mi primer taller de pintura de dedos

Mi primer taller de pintura de dedos

viernes 30 de noviembre, 2012

Esta vez Nuria se ha pasado, bueno y Mª José, que parece que no, pero también ma...
  • Esta vez Nuria se ha pasado, bueno y Mª José, que parece que no, pero también manda mucho

No se qué estaban haciendo las dos, muy afanadas, poniendo un mantel blanco o una gran sábana de papel en las mesas. Todo muy extraño. Las habían forrado como una cama y de pronto, ¡zas! la sorpresa. Yo estaba intentando quitarle a un amigo la  pieza de encajar en la casita, que me gusta mucho, miro a la gran sábana y, ¡ya la tenían preparada! ¡Estaba llena de mojones! Parecerían lo que ustedes están pensando. Menos mal que no eran de color marrón, porque bueno, en eso tuvieron buen gusto mis educadoras. Eran verdes, o eso decían, de la misma manera de como nos llamamos nosotros, Los Verdes.

Nos iban llamando uno a uno y nos situaban alrededor de la gran sábana blanca salpicada de los susodichos mojones. Querían que metiésemos la mano, brrrrrr, ¡que asco! y mancharnos. ¡Claro! luego mamá se pondrá como una furia por tener las manos sucias. Pero en eso de las manos sucias, no parecía que mamá se fuera a enterar, porque nos decían: no te preocupes, no pasa nada, luego las lavamos. Bueno, parece que ese no era el problema.

Al fin y al cabo el color, que yo de colores todavía no entiendo, a mi sí me gustaba; verde, un color como la hierba, verde, lo repetiré varias veces para que no se me olvide. Porque en eso de los colores Nuria ha puesto mucho empeño desde el primer día que entré en el ‘cole’, que si los colores de un cuento, que si nosotros somos los verdes, que hay otros niños en el cole que son los amarillos, que si ahora pintamos como el color del ‘cole’, que se llama Rojo. Parece que estos señores son muy importantes para mi futuro.

Pero llegó el momento de la verdad. Había que meter mano, ¡y de qué manera! No, no, de poco a poco, nada, ¡hala! de golpe. Porque Nuria, a otros niños le untaba un poco un dedo, pero a mi, Mª José me cogió la mano y ¡plas! aplasté toda la caquita de un golpe. ¡Vaya! y no estaba caliente, como cabía esperar, no, ¡estaba fría! pero resbaladiza, suave, eso sí, pero resbaladiza. Esa sensación no se me olvidará. En el fondo me gustaba, la mano se me iba sola por el papel y se deslizaba que daba gusto.

Era la primera vez que sentía en las manos algo así, bueno, no exactamente, excepto aquella vez que en un descuido, cuando mi mamá me quitaba el pañal, planté toda la mano en lo que ustedes ya saben, y sentí una sensación similar a la de ahora, claro está, salvando las diferencias. Entonces estaba caliente, muy caliente, ¿y el olor? el olor era pestilente, cómo podría haber echado yo aquello; y mamá, cómo se puso, ¡cochino! ¡e eso no se hace! ¡no se toca! Bueno, bueno,… no se me volverá a ocurrir meter la mano en un pañal.

Aquí no parece que hubiera problema de ningún tipo, nos podíamos manchar, embadurnarnos, y hasta me atreví a manchar a mi amigo un poquito en la cara, tocándole con un dedo. La verdad es que no se dejó más, por que lo hubiera dejado ‘verde’, como lo que es, un niño del grupo de los verdes.

De pronto, que a mi me pareció que todo había pasado muy rápido, vino Mª José con un cubo con agua y, ¡ea! ¡a lavarnos!. Ahora que había empezado a gustarme, pues ¿sabéis lo que descubrí? ¡que se podía dejar la huella de mis manos! ¡y de mis dedos! Se podían hacer rayitas, sí, eso que a veces hago con otras pinturas, pero que son muy duras y hay que apretar mucho, y casi no se nota. Pues ahora era muy fácil, mis manos se deslizaban por el papel dejando un surco muy marcado de la huella de mis dedos. Esto tengo que repetirlo más veces.

Estaba yo ensimismado, experimentando esta novedad y llegó Nuria y me llevó hasta donde Mª José, que ya había empezado a meter las manos de mis amigos en el cubo con agua y jabón. ¡Huy! qué calentita. Ahora sí que sentía placer en mis manos, mojaditas se iba quitando el color, ese color… que ¿cómo se llamaba? ¡Ah! sí, Verde, ya no se me olvidará jamás. Le doy las gracias a Nuria y Mª José por habernos dejado jugar de esta manera. No siempre lo podemos hacer.

 

Firmado, como dicen los adultos

Un niño de la clase de los Verdes

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